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Diócesis de Zárate – Campana

Palabras de nuestro Obispo Oscar , publicadas en su perfil de facebook en el día de la Virgen de Lujan – 8 de mayo- :

Fuente: https://www.facebook.com/monsoscardsarlinga?fref=ts

Quiera Dios que esta solemnidad de la Virgen de Luján, en nuestras Fiestas Patronales diocesanas signifiquen una especial conversación con María, en una “visión icónica” de la Virgen Madre, como “ícono de la Iglesia”, ícono jamás estático y menos de estilo gnóstico sino profundamente “renovador en el Espíritu, su Esposo”, ícono nada formalista sino “lleno” (como “llenos” son los “tiempos bíblicos”) de sereno dinamismo, de evangélica dýnamis, para, con su intercesión poderosa, actualizar en nosotros, los discípulos, la imagen del Hijo, y para fortalecer nuestro con-discipulado… “
+Oscar.

En el día de la Virgen de Luján. Con María, salvados “en racimo” (la expresión es del Obispo San Agustín).
“En verdad, una renovación en el Espíritu nos ha de llevar a ver en todo discipulado un con-discipulado (salvados “en racimo”), porque el “espacio de verdadera fraternidad” que crea Pentecostés, como Ekklesía, Iglesia convocada y convocante, tiene su surgiente en María, siendo ella, a la vez, miembro «excelentísimo y enteramente singular» (Lumen gentium, 53) y «verdadera madre de los miembros de Cristo» (ib.)”.
+Oscar Sarlinga.

En el día de la Virgen de Luján. Con Ella, revivir Pentecostés.
“El revivir la experiencia de la Iglesia naciente significa para nosotros “dejarnos hacer por la gracia” para “nacer de nuevo”, re-nacer, en la Iglesia, como Iglesia, revivificando nuestro “ser discípulos” y nuestro condiscipulado poniéndonos en un también renovado camino evangelizador, impulsados por el dinamismo de la presencia del Espíritu. Seremos así, cada día, purificados por la dinámica de nuestra propia “muerte-resurrección-ser enviados”, compartidos por Cristo, que vive por siempre y nos envió junto con el Padre el Espíritu de Amor”.
+Oscar Sarlinga.

En el día de la Virgen de Luján. Recibir a María “como Madre”.
“Recibamos a María como Madre. No defraudemos ese “último encargo” de Cristo muriente, es su legado. Rechazar su encargo sería como ofenderlo en su cara en el momento mismo en que, desde la Cruz, nos dijo a cada uno de nosotros: «Aquí tienes a tu madre». Aunque seamos pecadores y necesitados de conversión (o precisamente por eso), lo que nos toca es, “recibirla en nuestra casa”, a la Virgen y a nuestros hermanos y hermanas, los “condiscípulos”; tanto cuanto lo habremos hecho, así seremos juzgados cuando “desaparezca la figura de este mundo” y no quede lugar más que para la Verdad misma, ante los ojos de Cristo, ojos “mil veces más brillantes que el Sol”.

 

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