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Diócesis de Zárate – Campana

Vocaciones a la Vida Consagrada en nuestra diócesis de Zárate-Campana

Con gran alegría nuestra iglesia diocesana ha celebrado en las primeras semanas de septiembre la Admisión a las Sagradas Ordenes de cinco jóvenes seminaristas: Elías Duff, Matías Figueroa, Alejandro Lertora, Juan Pablo Rosés Aubone y Javier Vera Rolón y  la Consagración Virginal al Señor de la srta. Rosario Ibarra. A finales de este mes de Gracia – el sábado 26- el diácono transitorio Matías de Jesus Ríos, será ordenado sacerdote.

Admisión a las Sagradas Ordenes 

En el mediodía del sábado 5 de septiembre, fueron admitidos como candidatos a las sagradas órdenes los seminaristas: Elías Duff, Matías Figueroa, Alejandro Lertora, Juan Pablo Rosés Aubone y Javier Vera Rolón.

 La celebración tuvo lugar en la Catedral Santa Florentina y el ágape posterior en las instalaciones del Seminario Diocesano San Pedro y San Pablo , ambos del partido de Campana.

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 Matias de Jesus Ríos y Rosario Ibarra, con un amigo. 

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La srta. Rosario Ibarra, se consagró al Señor en la mañana del domingo 13 de septiembre, en una ceremonia presidida por nuestro Obispo.
La misa se llevó a cabo en la parroquia Inmaculada Concepción de Maquinista Savio – sitio de donde es oriunda-, estando presentes sus familiares, amigos, y miembros de la comunidad parroquial. Luego los presentes compartieron un almuerzo a la canasta. 

Rosario con seminaristas, durante el ágape posterior a su Consagración, en el patio del colegio continuo al templo parroquial. 

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¿Qué es la Vida Consagrada?

Todos los católicos estamos llamados al seguimiento de Cristo. Por el bautismo nos hacemos Hijos de Dios, Hermanos de Jesucristo y Templos vivos del Espíritu Santo. Por lo tanto, la vida de los católicos, si quieren ser fieles y coherentes con su bautismo no puede ser la misma que la de una persona no bautizada. La imitación de Cristo será la tarea fundamental en su vida.

Hermanas de  Mater Dei – de Pilar-  durante la misa de Admisión

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Sin embargo, hay personas que por una invitación especial de Dios, bajo una moción del Espíritu Santo, se proponen seguir más de cerca a Cristo, entregarse a Dios amado por encima de todo y procurar que toda su vida esté al servicio del Reino. Esto es lo que se llama en la Iglesia católica, la vida consagrada.

Hermano Discípulo de Jesus, guiando la misa de Admisión.

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Las personas que asumen libremente el llamamiento a la vida consagrada viven los así llamados consejos evangélicos por amor al Reino de los cielos. Los consejos evangélicos son la pobreza, la castidad y la obediencia. Se les llama consejos evangélicos porque fueron predicados por Cristo en el evangelio y aparecen como una invitación para seguir más de cerca el camino que Él recorrió en su vida. Si bien todos los católicos estamos llamados a vivir estos tres consejos, la persona consagrada lo hace como una manera de vivir una consagración “más íntima” a Dios, motivado siempre por dar mayor gloria a Dios. La pobreza es el desprendimiento de todo lo creado para utilizarlo de forma que pueda dar mayor gloria a Dios. La castidad es lograr que toda nuestra persona: inteligencia, voluntad, afectos y cuerpo estén dominados por nosotros mismos. Y por último, la obediencia, es el sometimiento de la voluntad propia a la voluntad de Dios, a través de los superiores legítimos, representantes de Cristo para el alma consagrada.

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Las personas consagradas a Dios pueden vivir su consagración de muy diversas formas y así vemos como a lo largo de la historia de la Iglesia, desde las primeras comunidades cristianas en el Asia Menor hasta los florecientes centros urbanos de nuestros días, la vida consagrada asume diversidad de formas. Las hay de aquellos que se dedican a la oración y a la contemplación en un lugar apartado de toda civilización. Hay quienes inmersos en el mundo, viven su consagración entre las más diversas actividades de la vida diaria.

Admisión a las Sagradas Ordenes

De derecha a izquierda: Elías Duff, Matías Figueroa, Alejandro Lertora, Juan Pablo Rosés Aubone y Javier Vera Rolón, los seminaristas que fueron admitidos a las Sagradas Ordenes, sábado 5 de septiembre.

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La admisión corresponde a quienes piden a la Iglesia ser admitidos como candidatos al Orden sagrado. Ellos expresan públicamente su deseo de entregarse al servicio de Dios y de los hermanos.
Supone que los candidatos conocen la preocupación del Señor por su pueblo, y teniendo en cuenta la necesidad de la Iglesia, se sienten preparados para responder con generosidad al llamado del Señor y decirle con el profeta: “Aquí estoy, envíame”, y confiando en él esperan realizar con fidelidad su vocación.
Estos han comenzado su formación en el seminario y pueden ser llamados por su obispo para ser ordenados. Para esto será necesario que aprendan a vivir de acuerdo con las exigencias del Evangelio, que se afiancen en la práctica de la fe, la esperanza y la caridad, y por medio de la práctica de ellas adquieran el espíritu de oración y se fortalezcan en ansias de ganar a todos los hombres para Cristo.

Misa de Admisión.

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El acólito instituido participa de un modo peculiar en el ministerio de la Iglesia, cuya vida tiene su cumbre y su fuente en la Eucaristía, por la que es edificado y crece el Pueblo de Dios. Se le encomienda ayudar a los presbíteros y a los diáconos en el ejercicio de su ministerio y se le confía como ministro extraordinario distribuir la sagrada Comunión a los fieles y llevarla también a aquellos que están enfermos.

El Rector del Seminario Diocesano – Hugo Lovatto-  San Pedro y San Pablo, durante la misa de Admisión 

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De izquierda a derecha: los pbros. Fernando Crevatín, Hugo Lovatto, Ariel Perez y Fernando Fusari, durante la misa de Admisión. 

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De izquierda a derecha: Diác. Sergio Pandiani, nuestro Obispo Oscar Sarlinga, Ramiro García – seminarista-, Diác. Pedro Bruno, en la misa de Admisión. 

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La sra. Teresa Ferlaino – durante la misa de Admisión- , al igual que Rosario, es una laica Consagrada de nuestra diócesis. 

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Comunión, en la misa de Admisión. 

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Orden de las Vírgenes Consagradas

Misa de Consagración de Rosario

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Esta es una de las formas de vida consagrada más antigua dentro de la Iglesia católica. No debe confundirse con las órdenes religiosas femeninas, a pesar de que el título que el Derecho Canónico les da es el de “orden de las vírgenes”. El número 604 del Derecho Canónico dice lo siguiente al respecto de este tipo de vida consagrada: “A estas formas de vida consagrada se asemeja el orden de las vírgenes, que formulando el propósito santo de seguir más de cerca de Cristo son consagradas a Dios por el Obispo diocesano según el rito litúrgico aprobado, celebran desposorios místicos con Jesucristo, Hijo de Dios y se entregan al servicio de la Iglesia.

 

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Las vírgenes pueden asociarse, para cumplir su propósito con mayor fidelidad y para realizar mediante la ayuda mutua el servicio de la Iglesia congruente con su propio estado”.

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Hemos subrayado las palabras que consideramos esenciales para entender este tipo de vida consagrada dentro de la Iglesia. El Derecho canónico establece que es una forma semejante a la vida consagrada, pero sin igualarlo. La razón es muy sencilla. Mientras que la vida consagrada comporta la profesión de los tres consejos evangélicos que son los votos de pobreza, castidad y obediencia, las mujeres que se consagran a Dios de acuerdo a este tipo de vida lo hacen sólo a través de su virginidad.

Aunque el Derecho Canónico llama orden a este tipo de vida consagrada –orden de las vírgenes-, no con esto quiere decir que se establecen como una orden religiosa femenina a semejanza de un instituto religioso (capuchinas benedictinas, clarisas, etc.). Utiliza la palabra “orden” en sustitución de grupo, clase o categoría.

No hacen un voto de virginidad como las religiosas o monjas sino que es un “propósito” equiparable a un voto, ya que hacen de la virginidad una forma de consagración.

Estas personas hacen de su vida dentro del mundo un testimonio vivo del amor de Dios a la humanidad, al dedicarse por entero al servicio de la Iglesia. Pueden elegir vivir en comunidad apara ayudarse mejor en la vivencia de su consagración, pero no es éste un requisito indispensable para esta forma de vida consagrada. Estas mujeres se dedican a la oración, la penitencia, el servicio a los hermanos y el trabajo apostólico según el estado y los carismas respectivos ofrecidos a cada una de ellas.

La fórmula de consagración se lleva a cabo mediante un rito especial llamado “Rito Solemne de Consagración de Vírgenes para Mujeres que Viven en el Mundo”, rito que el Papa Pablo VI decidió revitalizar y actualizar en 1970.

Este tipo de vida consagrada hunde sus raíces en los inicios del cristianismo. Cuando la virginidad de la mujer era un valor de libertad en una sociedad que sólo concebía para ella la vía del matrimonio, mujeres como las cuatro hijas del diácono Felipe, que eran vírgenes y profetizaban (Hechos de los Apóstoles 21, 8-10), portaban toda la novedad del mensaje evangélico.

Otras, desempeñaban ministerios en la primitiva comunidad como Febe, colaboradora del apóstol Pablo (Romanos 16, 1), a la cual éste presenta como «diaconisa», un término que literalmente significaba en griego servidora, y que no implicaba el orden sacerdotal. La Comisión Teológica Internacional está estudiando en estos momentos el papel que desempeñaban aquellas mujeres «diaconisas» en las primeras comunidades cristianas (Cf. La Comisión Teológica continúa analizando los problemas del diaconado).

En 1983, el nuevo Código de Derecho Canónico recogía la tradición y animaba a los obispos a promover este modo de compromiso en la Iglesia.

 

Año de la vida Consagrada convocado por el Papa Francisco 

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Cabe recordar que estamos transitando el Año de la Vida Consagrada convocado por el Papa Francisco : “He decidido convocar un Año de la Vida Consagrada haciéndome eco del sentir de muchos y de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, con motivo del 50 aniversario de la Constitución dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia, que en el capítulo sexto trata de los religiosos, así como del Decreto Perfectae caritatis sobre la renovación de la vida religiosa. Dicho Año comenzará el próximo 30 de noviembre, primer Domingo de Adviento, y terminará con la fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de febrero de 2016.”

¿Qué es lo que les pide especialmente el Papa a los Consagrados para estos tiempos?  que sean capaces de distinguirse como profetas, haciendo presente la Voz de Dios entre sus contemporáneos. Con estas palabras lo explica Francisco:

Espero que «despertéis al mundo», porque la nota que caracteriza la vida consagrada es la profecía. Como dije a los Superiores Generales, «la radicalidad evangélica no es sólo de los religiosos: se exige a todos. Pero los religiosos siguen al Señor de manera especial, de modo profético». Esta es la prioridad que ahora se nos pide: «Ser profetas como Jesús ha vivido en esta tierra… Un religioso nunca debe renunciar a la profecía» (29 noviembre 2013).

El profeta recibe de Dios la capacidad de observar la historia en la que vive y de interpretar los acontecimientos: es como un centinela que vigila por la noche y sabe cuándo llega el alba (cf. Is 21,11-12). Conoce a Dios y conoce a los hombres y mujeres, sus hermanos y hermanas. Es capaz de discernir, y también de denunciar el mal del pecado y las injusticias, porque es libre, no debe rendir cuentas a más amos que a Dios, no tiene otros intereses sino los de Dios. El profeta está generalmente de parte de los pobres y los indefensos, porque sabe que Dios mismo está de su parte.

A los laicos por otra parte los anima y exhorta al igual que los consagrados, dado que comparten con ellos “ideales, espíritu y misión” :

Me dirijo, además de a las personas consagradas, a los laicos que comparten con ellas ideales, espíritu y misión. Algunos Institutos religiosos tienen una larga tradición en este sentido, otros tienen una experiencia más reciente. En efecto, alrededor de cada familia religiosa, y también de las Sociedades de vida apostólica y de los mismos Institutos seculares, existe una familia más grande, la «familia carismática», que comprende varios Institutos que se reconocen en el mismo carisma, y sobre todo cristianos laicos que se sienten llamados, precisamente en su condición laical, a participar en el mismo espíritu carismático.

También os animo a vosotros, fieles laicos, a vivir este Año de la Vida Consagrada como una gracia que os puede hacer más conscientes del don recibido. Celebradlo con toda la «familia» para crecer y responder a las llamadas del Espíritu en la sociedad actual. En algunas ocasiones, cuando los consagrados de diversos Institutos se reúnan entre ellos este Año, procurad estar presentes también vosotros, como expresión del único don de Dios, con el fin de conocer las experiencias de otras familias carismáticas, de los otros grupos laicos y enriqueceros y ayudaros recíprocamente.

Fuente palabras de Francisco Carta Apostólica con motivo del Año de la Vida Consagrada: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_letters/documents/papa-francesco_lettera-ap_20141121_lettera-consacrati.html

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