PAPA FRANCISCO: LA SALVACIÓN IMPLICA LA DECISIÓN DE ESCUCHAR Y DEJARSE CONVERTIR
Queridos amigos: continuando con su serie de catequesis sobre la misericordia en la Sagrada Escritura, el Papa Francisco habló hoy sobre la relación entre misericordia y corrección. Les ofrecemos algunos extractos:
«Hablando de la misericordia divina, hemos evocado muchas veces la figura del padre de familia, que ama a sus hijos, los ayuda, cuida de ellos, los perdona. Y como padre, los educa y los corrige cuando se equivocan, favoreciendo su crecimiento en el bien.
Así se presenta Dios en el primer capítulo del profeta Isaías, en el cual el Señor, como padre afectuoso pero también atento y severo, se dirige a Israel acusándolo de infidelidad y corrupción, para hacerle regresar al camino de la justicia…
Incluso herido, Dios deja hablar al amor, y apela a la conciencia de estos hijos degenerados para que se arrepientan y se dejen amar de nuevo. Esto es lo que hace Dios: viene a nuestro encuentro para que nosotros nos dejemos amar por Él en el corazón de nuestro Dios…
Dios dice a su pueblo: “Se han equivocado de camino” . Afectuosamente y amargamente dice “mi” pueblo. Dios jamás nos niega; nosotros somos su pueblo; el más malvado de los hombres, la más malvada de las mujeres, los más malvados del pueblo son sus hijos.
Y este es Dios: ¡jamás, jamás nos repudia! Dice siempre: “Hijo, ven”. Y este es el amor de nuestro Padre; esta es la misericordia de Dios. Tener un padre así nos da esperanza, nos da confianza.
Esta pertenencia debería ser vivida en la confianza y en la obediencia, con la conciencia que todo es un don que viene del amor del Padre. En cambio, muchas veces están ahí la vanidad, la necedad y la idolatría…
La consecuencia del pecado es un estado de sufrimiento, del cual sufre las consecuencias también el país, devastado… que se hace inhabitable. Donde existe el rechazo a Dios, a su paternidad, no hay más vida posible, la existencia pierde sus raíces, todo aparece pervertido y destruido.
Sin embargo, también este momento doloroso está en función de la salvación: la prueba es dada para que el pueblo pueda experimentar la amargura de quien abandona a Dios, y enfrentarse por tanto al vacío desolador de una opción de muerte. El sufrimiento, consecuencia inevitable de una decisión autodestructiva, debe hacer reflexionar al pecador para abrirse a la conversión y al perdón.
Y este es el camino de la misericordia divina: Dios no nos trata según nuestras culpas (Cfr. Sal 103,10). El castigo se convierte en un instrumento para inducir a la reflexión. Se comprende así que Dios perdona a su pueblo, le da la gracia y no destruye todo, sino que deja siempre la puerta abierta a la esperanza.
La salvación implica la decisión de escuchar y dejarse convertir, pero es siempre un don gratuito.
Muchas veces no acudimos al Señor, sino que preferimos ir por caminos equivocados buscando fuera de Él una justificación, una justicia, una paz. A Dios, dice el profeta Isaías, no le agrada la sangre de toros y de corderos (v. 11), sobre todo si la ofrenda se hace con las manos manchadas con la sangre de los hermanos (v. 15).
Pienso en algunos benefactores de la Iglesia que vienen con una ofrenda -“Tome, para la Iglesia esta ofrenda”- que es fruto de la sangre de tanta gente explotada, maltratada, esclavizada con el trabajo mal pagado! Yo diré a esta gente: “¡Por favor, llévate tu dinero, quémalo”.
El pueblo de Dios, es decir, la Iglesia, no necesita dinero sucio, necesita corazones abiertos a la misericordia de Dios. Es necesario acercarse a Dios con manos purificadas, evitando el mal y practicando el bien y la justicia.
Que bello como termina el profeta: “¡Cesen de hacer el mal – exhorta el profeta – aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la viuda!” (vv. 16-17). Piensen en tantos prófugos que desembarcan en Europa y no saben a dónde ir.
Entonces, dice el Señor, los pecados, incluso si fueran como la escarlata, se harán blancos como la nieve, y cándidos como la lana, y el pueblo podrá nutrirse de los bienes de la tierra y vivir en la paz (v. 19).
Es este el milagro del perdón que Dios; el perdón que Dios como Padre, quiere donar a su pueblo. La misericordia de Dios es ofrecida a todos, y estas palabras del profeta valen también hoy para todos nosotros, llamados a vivir como hijos de Dios. Gracias».
Fuente: News.va Español. Miércoles 2 de marzo.