Seguinos en las redes sociales

Diócesis de Zárate – Campana

PAPA FRANCISCO: LA FAMILIA, ESPERANZA CONTRA LOS CENTROS DE PODER IDEOLÓGICOS, FINANCIEROS Y POLÍTICOS

El Papa explica en su catequesis de hoy la importancia de la familia

«Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Quisiera hoy detener nuestra atención en el vínculo entre la familia y la comunidad cristiana. Es un vínculo, por así decir, “natural”, porque la Iglesia es una familia espiritual y la familia es una pequeña Iglesia.
La Comunidad cristiana es la casa de quienes creen en Jesús como la fuente de la fraternidad entre todos los hombres. La Iglesia camina en medio de los pueblos, en la historia de los hombres y de las mujeres, de los padres y de las madres, de los hijos y de las hijas: esta es la historia que cuenta para el Señor.
Los grandes eventos de las potencias mundanas se escriben en los libros de historia, y allí permanecen. Pero la historia de los afectos humanos se escribe directamente en el corazón de Dios; y es la historia que permanece eternamente. Es este el lugar de la vida y de la fe.
La familia es el lugar de nuestra iniciación – insustituible, indeleble – a esta historia. A esta historia de vida plena que terminará en la contemplación de Dios para toda la eternidad en el cielo, pero que comienza en la familia. Por eso es tan importante la familia.
El Hijo de Dios aprendió la historia humana por este camino, y la recorre hasta el final (cfr Eb 2,18; 5,8). Es bonito volver a contemplar a Jesús y los signos de este vínculo. Él nació en una familia y allí “aprendió el mundo”: una tienda, cuatro casas, un pueblecito de nada. Y sin embargo, viviendo durante treinta años esta experiencia, Jesús asimiló la condición humana, acogiéndola en su comunión con el Padre y en su misma misión apostólica.
Después, cuando dejó Nazaret y comenzó la vida pública, Jesús formó en torno a Él una comunidad, una “asamblea”, es decir una con-vocación de personas. Este es el significado de la palabra “iglesia”.
En los Evangelios, la asamblea de Jesús tiene la forma de una familia y de una familia hospitalaria, no de una secta exclusiva, cerrada: encontramos en ella a Pedro y Juan, pero también al hambriento y al sediento, al extranjero y al perseguido, a la pecadora y al publicano, a los fariseos y a la multitud.
Y Jesús no cesa de recibir a todos y de hablar con todos, también con quien ya no espera encontrar a Dios en su vida. ¡Es una lección fuerte para la Iglesia! Los discípulos mismos han sido elegidos para cuidar esta asamblea, esta familia de huéspedes de Dios.
Para que sea viva hoy esta realidad de la asamblea de Jesús, es indispensable reavivar la alianza entre la familia y la comunidad cristiana. Podríamos decir que la familia y la parroquia son los dos lugares en los que se realiza esta comunión de amor que encuentra su fuente última en Dios mismo.
Una Iglesia verdaderamente según el Evangelio debe tener la forma de una casa acogedora con las puertas abiertas, siempre. Las iglesias, las parroquias, las instituciones con las puertas cerradas no se deben llamar iglesias, se deben llamar museos.
Hoy, esta es una alianza crucial. En contra de los “centros de poder” ideológicos, financieros y políticos, pongamos nuestras esperanzas en estos centros del amor evangelizadores, ricos de calor humano, basados en la solidaridad y la participación; y también en el perdón entre nosotros.
Reforzar el vínculo entre la familia y la comunidad cristiana es hoy indispensable y urgente. Cierto, es necesario una fe generosa para reencontrar la inteligencia y la valentía para renovar esta alianza. Las familias a veces se echan para atrás diciendo que no están a la altura: “Padre, somos una pobre familia y también un poco destartalada”, “no somos capaces”, “tenemos ya tantos problemas en casa”, “no tenemos la fuerza”. Es verdad.
Pero ninguno es digno, ninguno está a la altura, ¡ninguno tiene las fuerzas! Sin la gracia de Dios, no podremos hacer nada. Todo se nos da gratuitamente. Y el Señor no llega nunca a una nueva familia sin hacer algún milagro. ¡Recordemos lo que hizo en las bodas de Caná! El Señor, si nos ponemos en sus manos, nos hace hacer milagros, esos milagros de todos los días cuando está el Señor en una familia.
Naturalmente, también la comunidad cristiana debe hacer su parte. Por ejemplo, tratar de superar actitudes demasiado directivas y demasiado funcionales, favorecer el diálogo interpersonal y el conocimiento y la estima recíproca.
Las familias han de tomar la iniciativa y sentir la responsabilidad de llevar los propios dones preciosos para la comunidad. Todos debemos ser conscientes de que la fe cristiana se juega en el campo abierto de la vida compartida con todos, la familia y la parroquia deben cumplir el milagro de una vida más comunitaria para la sociedad completa.
En Caná estaba la Madre de Jesús, la “madre del buen consejo”. Escuchemos nosotros sus palabras: “Hagan todo lo que Él les diga” (Jn 2, 5).
Queridas familias, queridas comunidades parroquiales, dejémonos inspirar por esta Madre hagamos todo lo que Jesús nos diga y ¡nos encontraremos frente al milagro, al milagro de cada día! Gracias».

Fuente:  News.va Español.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *