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Diócesis de Zárate – Campana

SAN SALVADOR, 23 May. 15 / 05:02 pm (ACI).- “El Beato Romero es otra estrella luminosísima que se enciende en el firmamento espiritual americano”, aseguró esta mañana el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para la Causas de los Santos, en la homilía de la Misa de beatificación del Arzobispo mártir de San Salvador, Mons. Óscar Romero, en San Salvador (El Salvador).

El Cardenal Amato, en medio de los aplausos de los cientos de miles de asistentes –que según fuentes oficiales superaron el medio millón-, aseguró que el Beato Romero “pertenece a la santidad de la Iglesia americana”.

“Gracias a Dios son muchos los santos de este maravilloso continente”, dijo el Cardenal, recordando a Fray Junípero Serra –que será canonizado en septiembre por el Papa Francisco en Estados Unidos–, Santa Rosa de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano, San Juan Diego, Santa Kateri Tekakwitha, el Beato José Gabriel del Rosario Brochero, el Beato Miguel Pro, entre otros.

Minutos antes, el propio Prefecto de la Congregación para la Causas de los Santos había leído la carta del Papa Francisco en latín, en la que autorizó que “se le llame Beato y se celebre su fiesta el día 24 de marzo, en que nació para el cielo”.

Mons. Óscar Arnulfo Romero Galdámez gobernó durante tres años la Arquidiócesis de San Salvador. Su preocupación por la profunda pobreza en el país llevó a que muchos lo consideraran marxista y cercano a la guerrilla que en esos años comenzaba a perpetrar atentados en el país.

La guerra civil entre la guerrilla marxista y el gobierno dictatorial de derecha, que se extendería por doce años, se estaba gestando en 1980. El 24 de marzo de ese año, mientras celebraba Misa en la capilla del hospital La Divina Providencia, fue asesinado de un disparo.

Hasta la fecha no se conoce la identidad del asesino, pero las investigaciones realizadas apuntan a un grupo de aniquilación vinculado al Ejército.

El 3 de febrero de 2015, el Papa Francisco aprobó el decreto que declaraba mártir a Mons. Romero, abriendo las puertas a su beatificación.

En su homilía de hoy, el Cardenal Angelo Amato aseguró que Mons. Romero “era un sacerdote bueno, un obispo sabio, pero sobre todo era un hombre virtuoso, amaba a Jesús, lo adoraba en la Eucaristía, veneraba a la santísima Virgen María, amaba a la Iglesia, amaba al Papa, amaba a su pueblo”.

El Purpurado afirmó que “el martirio no fue la improvisación, sino que tuvo una larga preparación. Romero de hecho era, como Abraham, un hombre de fe profunda, de esperanza inquebrantable”.

El Cardenal Amato recordó que cuando apenas era un joven seminarista en Roma, el Beato Romero “poco antes de la ordenación sacerdotal escribía en sus apuntes: este año haré mi gran entrega a Dios. Dios mío ayúdame, prepárame, Tú eres Todo, yo soy nada. Y sin embargo Tu amor quiere que yo sea mucho. Ánimo, con Tu todo y con mi nada haremos mucho”.

El Prefecto de la Congregación para la Causas de los Santos señaló que “Mons. Romero habló de un don del Espíritu Santo que le concedió una especial fortaleza pastoral, casi en contraste con su temperamento prudente y comedido”.

“Sus palabras no eran una provocación al odio ni a la venganza, sino una valiente exhortación de un padre a sus hijos divididos, que eran invitados al amor, al perdón, a la concordia”.

El Cardenal subrayó que “su opción por los pobres no era ideológica sino evangélica. Su caridad se extendía también a los perseguidores, a los que predicaba la conversión al bien y a los que aseguraba el perdón”.

Destacó que Mons. Romero “estaba acostumbrado a ser misericordioso. La generosidad en el dar a quien pedía era magnánima, total, abundante, a quien pedía daba”.

El Purpurado subrayó que al nuevo Beato “la caridad pastoral le infundía una fortaleza extraordinaria”.

“Un día, a un sacerdote le contó que estaba continuamente amenazado de muerte y que en los diarios nacionales había críticas cotidianas contra él, pero, con una sonrisa, continuó: ‘esto no me desanima, al contrario, me siento más valiente. Porque son estos los riesgos del pastor, tengo que ir adelante, no guardo rencor a nadie’”.

El Cardenal Amato afirmó que mientras los perseguidores de Mons. Romero “han desaparecido en la sombra del olvido y de la muerte, la memoria de Romero en cambio continúa viva y dando consuelo a todos los pobres y marginados de la tierra”.

Durante la ceremonia de beatificación se presentó como reliquia la camisa que usó Mons. Romero cuando fue asesinado.

Asimismo, con motivo de la beatificación, el Papa Francisco envió una carta en la que destacó el testimonio cristiano de Mons. Oscar Romero.

“En tiempos de difícil convivencia, Monseñor Romero supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia. Su ministerio se distinguió por una particular atención a los más pobres y marginados. Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el Santo Sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse plenamente con Aquel que dio la vida por sus ovejas”, afirmó el Santo Padre.

Fuente: www.aciprensa.com

Mensaje de la Conferencia Episcopal de El Salvador por la beatificación de Monseñor Romero 

El mundo entero tiene sus ojos puestos en El Salvador y vibra de emoción por la inminente beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero, a quien los obispos de El Salvador han descrito como “hombre de Dios, hombre de Iglesia y defensor de los pobres”. Así comienza la carta que los prelados de la Conferencia Episcopal de El Salvador han publicado con motivo de la beatificación de monseñor Romero, que tiene lugar este sábado, 23 de mayo.

Tal y como recuerdan en el mensaje, en los últimos años El Salvador ha sido noticia sobre todo “por la violencia homicida que enluta a innumerables hogares al arrebatar tantas vidas, sobre todo de jóvenes”. Sin embargo, recuerdan, “hoy peregrinamos llenos de júbilo y esperanza, hacia el lugar de la beatificación de monseñor Romero. Caminamos juntos no solo hijos e hijas de esta tierra sino también hombres y mujeres de los países vecinos e incluso de naciones lejanas”.

Han pasado 35 años desde la muerte del entonces arzobispo de San Salvador, y el camino que hoy culminar a los pies del monumento dedicado a Jesucristo, el Salvador del mundo, “no ha sido fácil”, reconocen los obispos. La mayor dificultad –explican– fue la manipulación que se hizo de la figura y de la palabra del futuro beato. Por eso, en una ocasión, el Papa Juan Pablo II exclamó: “Romero es nuestro, es de la Iglesia, no permitamos que nos lo arrebaten”.

Igualmente, los obispos recuerdan que fue el sucesor del futuro beato, monseñor Arturo Rivera Damas, quien tuvo “la titánica tarea de recuperar la verdadera fisonomía del pastor, profeta y mártir que fue monseñor Romero. Porque él fue ante todo sacerdote”.

Por otro lado, los obispos dan gracias al papa Francisco por haber firmado, el 3 de febrero del presente año, el decreto de martirio “en odio a la fe” de monseñor Romero. También explican en el mensaje que detrás del altar en el que Monseñor Romero será beatificado se verá su lema episcopal: “Sentir con la Iglesia”. “Esta idea aparece desde sus apuntes personales de seminarista romano, donde confiesa claramente su amor inquebrantable a la Iglesia y su devota adhesión al Vicario de Cristo”, confirman los prelados.

Prosiguen indicando que el aspecto más conocido y más valorado del ministerio de monseñor Romero fue “su amor a los pobres y su total entrega a la promoción y a la defensa de su dignidad como personas y como hijos e hijas de Dios”. Por este servicio generoso y arriesgado –observan– se le llamó “Voz de los que no tienen voz”, tarea que él asumió con plena conciencia de los riesgos que implicaba. A propósito reconocen que para monseñor Romero la palabra “pobre” no tenía una connotación ideológica sino profundamente evangélica. Por eso insistía –añaden– en que también el pobre necesitaba convertirse.

Al concluir el mensaje de la Conferencia Episcopal, los prelados salvadoreños explican que cuando decidieron dedicar un trienio de preparación al centenario del nacimiento de monseñor Romero, aún no sabían que el papa Francisco firmaría el decreto del martirio “en odio a la fe”. “El Dios providente, en su infinita misericordia, había decidido que su testigo fiel alcanzara la gloria de los altares durante el pontificado del primer Papa latinoamericano”, concluye el mensaje.

Fuente: www.zenit.org

 

 

 

 

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