Seguinos en las redes sociales

Diócesis de Zárate – Campana

El 16 de julio fue el día de la Virgen del Carmen, y en diferentes lugares de la diócesis se le ha  rendido especialmente culto con devoción. Hubo celebraciones en la Cocatedral Natividad del Señor (Escobar) y  en las Pquias Ntra. Sra. del Carmen de Zárate y de Campana.

Monseñor Oscar Sarlinga, durante la homilía pronunciada en los festejos de las patronales de la Virgen del Carmen del partido de Zárate, motivo muy especialmente a todos, a indagar y reflexionar acerca de la historia y sentido de esta antigua advocación de Maria Santísima.  Por esta razón, compartimos con ustedes esta reseña de su historia y reflexiones al respecto de Ella.

Historia de la advocación 

Su nombre viene del Monte Carmelo, en Israel o Tierra Santa. A este monte se retiraba a rezar el profeta Elías, y en una ocasión en la cual Dios había castigado a su pueblo rebelde con un verano de tres años, Elías estando rezando en la cima del Monte Carmelo envió a su secretario a que observara en el horizonte para ver si veía algo. El otro volvió a contarle que se veía una pequeña nube. Con esto entendió Elías que ya iban a llegar las lluvias. Y en efecto la nube fue creciendo y se convirtió en una inmensa y muy provechosa lluvia que alegró enormemente a aquellas gentes que llevaban 36 meses sin agua.
La Iglesia Católica ha creído que esa nubecilla que apareció en el Monte Carmelo era imagen o anuncio de María, la cual al aparecer en este mundo nos trajo la más bella noticia: la de que con Ella, por medio de su Hijo Jesucristo nos llegaría la más grande y provechosa lluvia de gracias sobre todos nosotros, pobres pecadores (Carmen significa: tierra fértil que produce muy buenos frutos. Eso es la devoción a Ntra. Sra. del Carmen).
Desde hace muchos siglos se reunieron en el Monte Carmelo varios monjes a rezar y hacer penitencia, y la gente los llamaba Los Carmelitas. Estos religiosos le tenían una gran devoción a la Virgen Santísima y le erigieron un templo en esa hermosa montaña.
Pero en el siglo XI llegaron los Mahometanos, terribles enemigos de la religión católica, y destruyeron todo a sangre y fuego. Muchos monjes, murieron mientras cantaban himnos a la Sma. Virgen, pero algunos lograron huir y embarcarse y llegar hasta Italia. Allá empezaron a propagar la devoción a la Sma. Virgen y las gentes los seguían llamando Los Carmelitas. Ahora los Padres Carmelitas y las hermanas Carmelitas siguen propagando en todas partes la devoción a Nuestra Señora.
Entre los monjes carmelitas, hubo uno que se hizo célebre por su santidad, por su amor a la Virgen y sobre todo por una aparición de la que fue testigo y destinatario. Fue San Simón Stock. Dice la tradición que un 16 de julio (de 1251) la Sma. Virgen se le apareció y le prometió conceder ayudas muy especiales a quienes lleven el Santo Escapulario como un acto de cariño y devoción de honor de la Madre de Dios con deseo de convertirse y llevar una vida más santa.
Muy pronto empezaron a notarse en todas partes las bendiciones y ayudas tan especiales que la Madre de Dios concedía a los que llevaban con fe y devoción el Santo escapulario. Incendios que se detenían. Inundaciones que se calmaban; tentaciones que se alejaban. Pecadores que se convertían. En Francia en plena batalla el rey Luis XI vio que a un soldado le llegaba una flecha dirigida hacia su corazón y en cambio se le clavaba en el escapulario y no le hacía ningún daño. Inmediatamente el rey y todos sus generales pidieron el escapulario y se lo colocaron. Ya sabemos que lo que salva de peligros no es el escapulario en sí, sino la Sma. Virgen que protege y defiende a quienes llevan esa insignia como señal del aprecio y la devoción que sienten por Ella. La Santa Iglesia Católica ha declarado que el Escapulario se puede reemplazar por una medalla de la Sma. Virgen. Y la Virgen Santísima sigue haciendo prodigios cada día en favor de quienes llevan con devoción el santo escapulario o su medalla y se esfuerzan por volverse mejores creyentes.
Antiguas tradiciones narraban que la Sma. Virgen había prometido visitar en el purgatorio a sus devotos, el sábado próximo a la muerte de ellos y concederles descanso. Por eso la devoción a la Virgen del Carmen está muy ligada a la devoción a las benditas almas del purgatorio. Que Nuestra Señora del Carmen siga protegiendo a nuestro pueblo y le consiga la gracia de convertirse y llegar a la santidad.

El Escapulario

“Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno”

Quienes reciben la imposición de este Escapulario y lo visten habitualmente, necesitan saber las razones que la iglesia ha tenido para autorizarlo y recomendarlo, bendiciendo e indulgenciando a sus devotos. De este modo lograrán que les sirva de medio en su perfeccionamiento en la fe de Cristo y alcanzarán con más facilidad la saludable ayuda de la Virgen Santísima, Madre espiritual y medianera de todas las gracias, a la que pretenden honrar. Ella, a los que vivan esta común consagración carmelitana, significada en el Escapulario, los conducirá a una más plena participación de los frutos del Misterio Pascual.

El Escapulario es un símbolo de la protección de la Madre de Dios a sus devotos y un signo de su consagración a María. Nos lo dio La Santísima Virgen. Se lo entregó al General de la Orden del Carmen; San Simón Stock, según la tradición, el 16 de julio de 1251, con estas palabras: «Toma este hábito, el que muera con él no padecerá el fuego eterno».

Alude a este hecho el Papa Pío XII cuando dice: «No se trata de un asunto de poca importancia, sino de la consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición, por la Santísima Virgen».
El Escapulario, un signo Mariano

Uno de los signos de la tradición de la Iglesia, desde hace siete siglos, es el Escapulario de la Virgen del Carmen. Es un signo aprobado por la Iglesia y aceptado por la Orden del Carmen como manifestación externa de amor a María, de confianza filial en ella y como compromiso de imitar su vida.

La palabra “escapulario” indica un vestido superpuesto, que llevaban los monjes durante el trabajo manual. Con el tiempo se le fue dando un sentido simbólico: el de llevar la cruz de cada día, como discípulos y seguidores de Jesús.

En algunas Órdenes religiosas, como en el Carmelo, el Escapulario se convirtió en en signo de su manera de ser y de vivir.

El Escapulario pasó a simbolizar la dedicación especial de los carmelitas a María, la Madre del Señor, y a expresar la confianza en su protección maternal; el deseo de imitar su vida de entrega a Cristo y a los demás. Se transformó en un signo mariano.

ES UN SIGNO:

Aprobado por la Iglesia desde hace siete siglos.
Que representa el compromiso de seguir a Jesús como María:
Abiertos a Dios y a su voluntad.
Guiados por la fe, la esperanza y el amor.
Cercanos a las necesidades de los demás.
Orando en todo momento y descubriendo a Dios presente en todas las circunstancias.
Que introduce en la familia del Carmelo
Que aumenta la esperanza del encuentro con Dios en la vida eterna con la ayuda de la protección e intercesión de María.

Maria: Madre nuestra

La Santísima Virgen del Carmen es la advocación que nos acerca a la Madre de Dios, es para nosotros el lugar precioso donde nos encontramos con Dios en la oración. Nuestra meta es llegar a amar a la Santísima Virgen María como nadie antes la ha amado. Con María todo y sin ella nada.

CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN

“Oh, María, Reina y Madre del Carmelo, vengo hoy a consagrarme a Ti, pues toda mi vida es como un pequeño tributo por tantas gracias y bendiciones como he recibido de Dios a través de tus manos.

Y porque Tú miras con ojos de particular benevolencia a los que visten tu Escapulario, te ruego que sostengas con tu fortaleza mi fragilidad, ilumines con tu sabiduría las tinieblas de mi mente y aumentes en mí la fe, la esperanza y la caridad, para que cada día pueda rendirte el tributo de humilde homenaje.

El Santo Escapulario atraiga sobre mí tus miradas misericordiosas, sea para mí prenda de particular protección en la lucha de cada día, de modo que pueda seros fiel a tu Hijo y a Ti.

Que él me tenga apartado de todo pecado y constantemente me recuerde el deber de pensar en Ti y revestirme de tus virtudes.

De hoy en adelante me esforzaré por vivir en suave unión con tu espíritu, ofrecerlo todo a Jesús por tu medio y convertir mi vida en imagen de tu humildad, caridad, paciencia, mansedumbre y espíritu de oración.

Oh Madre amabilísima, sosténme con tu amor indefectible, a fin de que a mí, pecador indigno, me sea concedido un día cambiar tu Escapulario por el Eterno vestido nupcial y habitar contigo y con los santos del Carmelo en el Reino de tu Hijo. Así sea.”

Papa Pío XII

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *